1/7/2016 Es probable que la prisa se haya convertido en la disculpa más frívola de lo que podemos entender como modernidad. Son nuestros tiempos, no los anteriores, los que se escudan en la velocidad de lo que otro día fue una exigencia que obligó a entender qué hacer para descubrir mundos. Ir a la luna, inventar lo inventable o, solucionar los problemas que, aunque nos duela en la vocación del autoflagelo, no fueron menos que los que vivimos los presentes. Twittear