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1/1/2017

Es probable que una de las mayores tragedias del futuro sea su imposibilidad de construirse sin el presente. En árabe, la conjugación de porvenires no existe por sí misma. No se escribe un correré, comeré, jugaré o rezaré. El futuro depende de una estructura compuesta, de un complemento con intencionalidad que se sume al verbo para plantearse hacia adelante. El anhelo, la orden o la idea de que ocurrirá un hecho formulado en tiempo presente, marcará sus posibilidades. El tiempo es eso, posibilidades, salvo en Siria. El futuro, decía, en árabe, es una mera adecuación del presente. La imposibilidad de separarse del momento que se ve por doquier, en simultáneo, en cada pantalla, periódico o emisión informativa; quizá el más documentado del que tengo memoria, condena a algo que el resto del mundo ha solapado durante casi seis años de lo que un día fue la guerra civil siria y hoy es masacre y genocidio. 

No hay ningún análisis noticioso que permita entender qué significa vivir sin futuro. La muerte se conjuga en el instante. Sin siquiera la capacidad de vislumbrarlo, el futuro, en ese país del que salió mi familia y cuya realidad he tratado de entender y explicar en los últimos años, es más que un asunto gramatical pero contiene la misma limitación de su lengua.