«Me cuesta encontrar otro paí­s que, como México, se haya dado tantas soluciones a sí­ mismo. Si bien sus problemas se encuentran lejos de resolverse, Éstos han dado la impresión de estar claros o medianamente comprendidos y diagnosticados: corrupción, violencia, derechos humanos, injusticia, impunidad, inequidad, etcétera. Pese a eso, parte del análisis se ha perdido entre estudios polí­ticos y peroratas, entre la etnologí­a, un poco menos en la sociologí­a, y mucho más en la opinologí­a y la opinocracia.

Parece que todos sabemos qué no funciona y, a su vez, afirmamos tener las respuestas que podrí­an dar paso a resolver nuestros problemas. Hemos logrado hacer de casi cualquier frase, conflicto o intención, un lugar común que sufre los vacíos de la pérdida de los significados. Si en verdad somos un paí­s con tantas voces que saben cómo resolvernos y aún no lo hacemos, hemos estado dando, de manera sistemática y masiva, brazadas de ineptitud —cosa probable en ciertos sectores—. O quizá, esos diagnósticos no se han detenido a hacer las preguntas correctas.

Espero equivocarme lo menos posible.»