«En otras épocas que se antojan más librescas, las construcciones análogas de la realidad se alimentaron de aquellos que asimilaron una causa pese a no ser parte de ella. La historia les conoció como los compañeros de viaje. Actores medianamente pasivos que construían relatos para convencer a los demás, esgrimiendo razones que bajo cualquier otro escenario habrían rechazado. También estaban aquellos entregados absolutamente a las causas, voceros funcionales que no tenían lealtad recíproca y se escudaban en la afinidad que no reclamaba pertenencia. Relativizadores de un pensamiento utópico, impulsores del reduccionismo y las seguridades aparentes, que no siempre son certezas. Ellos se conocieron bajo el cruel apelativo del idiota útil. Durante la guerra fría, reina moderna del gobierno a través del conflicto, la función de ambos era dar legitimidad. Esa gran ausencia en nuestra vida pública, tanto que por su urgencia es posible que no hayamos cuidado el riesgo de algunos procesos con los que se busca conquistarla.»

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