Revista Siempre. 19/9/2015

Veo la muerte como invención literaria

Charla con Maruan Soto Antaki | Autor de Reserva del vacío

Eve Gil

Maruan Soto Antaki, autor del apasionante —y polémico— ensayo Reserva del vacío reconoce que, en lo personal, no teme a la muerte sino en el proceso que le antecede.

Aquí la muerte se aborda desde una perspectiva literaria, nada que ver con religión que, parafraseando a Jorge Luis Borges, como hace el propio autor, “es la máxima creación de la literatura fantástica”.

“La muerte como tema siempre está ahí, y es de lo último que voy a hablar —señala el escritor y cineasta—. El tema del ensayo es efectivamente complicado a nivel social, pero lo que me interesa son los recursos estéticos con que los intelectuales enfrentan la muerte; sus propias percepciones hacia la muerte. Cuando te preguntan cuál es tu relación con la muerte, por lo general hay un trasfondo religioso. No en mi caso. Mi relación con ella tiene mucha digestión detrás de ella: mi madre murió cuando yo era chico y vengo de un país (Siria) donde la muerte es cotidiana. Se perdió mi casa; no queda absolutamente ningún edificio de mis recuerdos de infancia. Caen bombas todos los días. En ese contexto, la muerte deja de ser un problema”.

 Un libro sin intenciones mercantiles

Maruan Soto Antaki es autor de dos exitosas novelas, Casa Damasco (Alfaguara, 2013) y La carta del verdugo (Alfaguara, 2014) que abordan dos perspectivas distintas, opuestas incluso, de la muerte. Confiesa que Reserva del vacío lo escribió sin ninguna perspectiva de vender muchos libros, y tanto él como su editor estaban convencidos de que no sería fácil repetir la hazaña de las novelas. Para su sorpresa, Reserva del vacío está registrando más ventas que aquéllas.

“¡Me han tratado bien! —dice—. Nunca había recibido tantos comentarios por un libro. Sinceramente creí que todo se quedaría en una travesura personal para resolver mis propias angustias”.

 Jesús, Mishima y Keret

Reserva del vacío aborda la muerte exclusivamente como una invención literaria, y aunque su argumentación incluye infinidad de ejemplos, parte específicamente de dos célebres casos: Jesucristo y el autor japonés Mishima. No vacila en colocarlos a la misma altura, en cuanto a la categoría de “suicidas”, aseveración que, por supuesto, levantará ámpula en lo que se refiere al primero.

“Lo que yo denomino «suicidio de Jesús» —dice Maruan— está planteado en términos literarios, por encima de cualquier postura religiosa. Me aproximo a la crucifixión de Jesús a través de un libro que medio planeta tiene en su casa, y a partir de ahí «trazar» el concepto de suicidio como lo concibe Edgar Keret: un suicida es un dibujante de su propio destino. Tiene en común con la literatura misma ser un acto de libertad. Hay que diferenciar ente «el suicidio de Jesús» y «el acto suicida». Curiosamente, de la gente religiosa con la que lo he discutido al respecto, no hay uno solo que no termine coincidiendo conmigo, porque no es un asunto de fe, son hechos tomados de los textos sagrados. Sólo los que menos conocen de religión se pueden sentir escandalizados. Para ello uso una trampa que permite la literatura que consiste en hablar de lo que no está escrito. Si en una entrevista menciono como suicida a «el mártir del Gólgota», la mayoría no tienen idea que estoy hablando de Jesús. Tampoco me interesa meterme en asuntos de fe ni generar polémica. Esto es literatura”.

Nadie pone en duda la maestría de Yukio Mishima. Cuando Kawabata, su gran amigo y mentor, que se suicidaría poco tiempo después del ya legendario seppuku de aquél, obtuvo el Premio Nóbel de Literatura en 1968, su reacción no fue de gozo, antes bien, protestó porque no le había sido concedido al autor de la tetralogía El mar de la fertilidad… Y Maruan, sin embargo, opina que si Mishima no hubiera sido tan radical —“fundamentalista”— y sus ideas no se hubieran espejeado tanto en su obra, habría sido un autor más grande que lo que algunos consideran su gran obra maestra: su suicidio ritual.

Por otro lado, aquel acto perpetrado el 25 de noviembre de 1970 en el Cuartel General de Tokio, ha generado infinitas polémicas, de entre las cuales el autor destaca la sostenida entre Borges y Ernesto Sabato, éste totalmente contrario —e indignado— por el proceder del gran autor japonés.

“Los cómplices de Mishima —dice Maruan—, un grupo perfectamente coordinado denominado «la sociedad del escudo», quienes le ayudan a tomar por asalto aquellas instalaciones y, finalmente, lo asisten en el suicidio ritual, salen muy bien librados, como señalo en el libro. A Morita, designado primer auxiliar por el propio Mishima para decapitarlo —el suicida hunde la daga en sus entrañas y el asistente se encarga de cortar su cabeza cuando el dolor se vuelve insoportable— yo lo veo como una especie de Judas: el encargado de consumar el plan, aunque en este caso se vio bastante torpe porque no tenía experiencia y creo que Mishima sufrió innecesariamente. Morita sigue vivo, no se deja entrevistar pero logró reconstruir su vida, como todos los demás. La sociedad japonesa no lo consideró en verdad condenable, aunque la cosa cambia en Occidente. Borges, de hecho, lo aplaude. Sabato no lo critica no a partir de los elementos que conforman la cultura japonesa, sino de su propia espiritualidad”.

Otro autor muy señalado en el libro es el cuentista israelí Edgar Keret, muy popular en México: “Keret toma a la muerte —dice Maruan— como sujeto central de las obras de su pensamiento. Pienso, por ejemplo, en Pizzería kamikaze que gira en torno a la grandiosidad de la muerte. Cuando uno tiene relación con esa parte del mundo, se percata de que el asunto de la muerte también se percibe de una forma muy distinta. Aquí resultarían de muy mal gusto esos chistes populares sobre madres judías, pero reflejan ese entender de la muerte en Keret y en muchos autores israelíes”.

Reserva del vacío está publicado por Taurus, México, 2015, y su autor nació en la Ciudad de México en 1976.

Enlace original: http://www.siempre.com.mx/2015/09/veo-la-muerte-como-invencion-literaria/