Excelsior. 8/9/2013

Antes jugar ajedrez era más fácil: las piezas tenían un paralelo en la vida; dos bandos, mueves peones y haces pasar la torre. Lo mismo se veía en las noticias. Dos hemisferios sin grises, la lógica era de polos.

Cuando cayó el Muro de Berlín en 1989 no sólo se derrumbó la pared que dividía al mundo en extremos. Las estructuras con las que funcionábamos cambiaron, tuvimos que aprender nuevas reglas, buenos y malos, ausencias e ideas. El alfil ya no sólo se movía en diagonal, enroque a la derecha. La gente empezó a enseñar póquer a sus hijos.

Siria despertó la nostalgia de esa Guerra Fría, nos trajo de vuelta a indios y vaqueros. Pero el tablero tiene ahora dibujados cuadros de colores.

Pocos sentimientos más arraigados en México —de acuerdo, no sin razones— que el antiyanquismo. Las voces de no a la intervención estadunidense en Siria se escuchan por todos lados. Después de más de 120 mil muertos, 2.5 millones de desplazados, un tanto igual de refugiados, no podemos pensar, a menos que seamos muy bestias, que la guerra civil en ese país del que llevo parte es un asunto menor. La línea roja de Obama fue un acto de ingenuidad política, la misma que parece seguir teniendo a cada declaración, sin embargo, esa línea se cruzó hace tiempo, con o sin sarín. Podemos darnos cuenta de que el asunto ya no es local, es una parte del mundo que nunca lo ha sido. En Siria está la base naval rusa que le da a Moscú salida al Mediterráneo; Irán pasa por Damasco las armas destinadas al Hezbolá, que insiste en acabar con Israel. Tienen además frontera con Turquía, Jordania, Líbano e Irak. Qué posición geográfica nos hemos conseguido. El tablero deja de ser cuadrado.

De esa época que tanto parecemos extrañar conservamos el Consejo de Seguridad; ahí rusos y chinos usan su poder de veto para que ninguna resolución afecte a una dictadura que lleva más de 40 años. La idea de una solución únicamente diplomática se ve lejos.

En la óptica de Guerra Fría, y para ella ya estamos viejos, era fácil pensar que los rusos eran buenos y nuestros vecinos, malos. Pero son los rusos los que venden armas a Al-Assad y siempre lo han hecho, como los venezolanos, petróleo, y los chinos, lo que sea que vendan. Este tablero tiene de un lado al régimen de Bashar y su hermano Maher, apoyados por Terán, Moscú y uno que otro con tantas culpas como ellos. Las otras piezas no son sólo EU: Qatar y los saudíes arman a los rebeldes. La población que se levantó en 2011 para pedir empleo y luego más libertades quiere salir de sus casas sin que los maten. Antes teníamos malos y buenos, ahora malos y malos, más malos y muy malos. Imposible jugar ajedrez con estas fichas.

Está claro que una intervención militar aislada es una tontería, pero tampoco se puede dudar que la catástrofe de Siria ya llegó a un punto insostenible. Ni rusos ni estadunidenses están pensando en razones humanitarias para sus acciones; tienen sus intereses. Tampoco intervención es invasión y esa no está planteada, porque nadie tiene el dinero para llevarla a cabo. Pero negar que hay que ponerle un alto al régimen de Damasco, es sinceramente una burrada.

Lo ideal es una resolución conjunta, no hay duda, rusos y chinos no lo permitirán por ahora. EU no está buscando petróleo, porque Siria no tiene, pero sí aumentar su influencia en una zona de control ruso desde que eran soviéticos.

Una acción militar como la que se discutirá esta semana tiene demasiados riesgos; involucrar directamente a Irán, darle un pretexto a Putin para defender a su comprador de armas y provocar al Hezbolá, pero no intervenir obliga a ver cómo los muertos suben de diez mil en diez mil, porque a estas alturas ya se cuentan así y su número pierde sentido.

La mesa de diálogo no llegará —y así lo han dejado claro—; para que ocurra y pueda incluir un gobierno de transición u otra cosa, es indispensable debilitar a Al-Assad y mandar a sus aliados un mensaje de hasta aquí.

Día dos de una intervención, siguiente jugada, estamos lejos del jaque, ahora o en unos meses, de EU o de una coalición: diálogo con los involucrados, ya vimos que son muchos.

Si pocos países apoyan una intervención, no es por dudar de su necesidad, es porque las vacas están flacas e ir a la guerra cuesta un dineral. ¿Que si Obama tiene derecho a intervenir? No, pero en estas condiciones alguien tiene la obligación de hacerlo.

Obama fracasó en el G20; no obtuvo el respaldo que buscaba y, de nuevo, Siria es una bronca de todos en la que nadie mete de verdad las manos, porque más vale defender nuestra postura antiyanqui, que escandalizarse por la tragedia.

Imposible jugar ajedrez con piezas de tantos tonos, viendo las cosas en blanco y negro.

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